Reflexiones
Cuando elegí estudiar Historia del Arte, especialidad de Geografía e Historia, alrededor de 1980, no sabia lo que iba a suponer esta decisión en mi vida. Lo hice como entretenimiento y ahí nació mi interés por experimentar el hecho de pintar un cuadro; y nunca lo dejé, combinandolo con mi trabajo y a pesar de pasar por etapas de baja actividad. Ha sido un camino de superar retos, de estudio, lucha y satisfacciones del que me siento muy orgullosa y valoro porque mi vida ha sido mucho mas rica emocional e intelectualmente y más completa.
Me inicié en la pintura desde la figuración pero siempre tuve curiosidad por entender a los artistas abstractos, qué era lo que les movía a crear sin la referencia del objeto. Y descubrí un campo de posibilidades infinitas, que requería indagar en mi misma, reflexionar, profundizar, investigar, cuestionarme, e ir descubriendo poco a poco mi camino, mi manera de expresarme.
Cuando inicio un cuadro, desde una mancha y cuidando mucho el color que desde siempre lo trabajé con mucho mimo, degustándolo y disfrutándolo -es la base de mi pintura-, no sé lo que va a suceder, cómo ni cuando estará acabado, ni qué nos dirá. Es un camino en el que se van superando miedos, prejuicios, ataduras, para ser más libre. Y cada vez lo disfruto más.
Mis pinturas evocan formas de la naturaleza, sobre todo flores, que me emociona y me siento en paz. Las flores, tan presentes en nuestras vidas desde que nacemos hasta cuando morimos, cargadas de simbolismo, son la expresión de la belleza y un milagro de la naturaleza.
No titulo mis cuadros porque no quiero encasillarlos, quiero que el espectador los sienta, que le trasmitan emoción, que le sugieran algo, porque es ahí cuando el cuadro está realmente acabado, cuando el espectador le pone nombre.






